Se acaba de terminar el camino, ahora tengo que continuar a
pie. Observo que ha venido más gente porque hay 3 o 4 coches aparcados conforme
han podido, esta zona no es totalmente apta para coches.
Llego hasta el lugar andando, por un camino de tierra y
piedras, que va subiendo y bajando, todo está rodeado plantas, algunas huelen
muy bien. También hay muchos árboles y arbustos que te arañan ligeramente las
piernas al intentar pasar por el camino improvisado que crea el ser humano. Las
piedras van rodando hacia abajo conforme las vas pisando. Tengo que estar
atenta para no pisar mal y caerme y de vez en cuando tengo que apoyarme en
algún árbol o ponerme de cuclillas para tener la seguridad de que no me voy a
caer. No debe de faltar mucho para llegar, ya puedo ver algo de agua a lo
lejos.
En esta travesía voy observando cómo pasa la luz del sol a
través de las hojas y las ramas de los árboles. Puedo escuchar cómo cantan los
pájaros y de vez en cuando noto algún movimiento que me asusta y que procede de
los árboles o de los arbustos,
posiblemente sea una ardilla o algún otro animalito.
Una vez he llegado al lugar exacto puedo escuchar el casi
imperceptible sonido del agua, moviéndose gracias a la ligera brisa que
sopla. No puedo ver dónde termina el
embalse, debe de ser bastante grande. La vista que se observa es preciosa, la
paz que se siente gracias a la naturaleza, el silencio, el agua… el conjunto produce un sentimiento de
bienestar.
De pronto escucho las risas de unos jóvenes que por lo visto
están comiendo en las proximidades. Y empiezo a mirar que alrededor del embalse
hay unas cuantas casitas, unas 3 o 4 y en una de ellas hay un hombre tomando el
sol, y más abajo en la orilla otro hombre está pescando con su caña de pescar.
Pero están bastante lejos y aun sabiendo de la presencia de gente me siento en
intimidad.
Es interesante aprender de la naturaleza y poder convivir
con ella.
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